Un buen proveedor mejora el negocio

Cuando gestionamos una empresa hay que echar mano de todo aquello que nos haga falta para conseguir realizar nuestra actividad con el mayor éxito, con el menor coste y, de poder conseguirse, con la menor incertidumbre que nos sea posible. Conseguir esto no es nada sencillo porque no hay una fórmula mágica que desvele la múltiple ecuación que supone gestionar cada detalle de la entidad.

Desde luego, si existe una cualidad que deba ser bien valorada, esa es la del trato con proveedores y su captación. Para ser rentables solamente hay que trabajar con los mejores en cada sector porque, de lo contrario, nos anclamos en la mediocridad y la comodidad. Hay que rastrear, investigar y analizar con quién nos interesa trabajar de verdad.

Ya son tres años de vida los que contabiliza mi empresa, dedicada a la venta de prendas formales de mujer. A pesar de que comenzamos a trabajar en un periodo de crisis, entre todos los trabajadores hemos conseguido salir adelante y, en la actualidad, la entidad goza de una salud envidiable por todos nuestros competidores. Pero descuidad. No todo han sido buenas noticias. Ha habido momentos críticos, de muchas penas y estrés condimentados con buenas dosis de cabreo.

Y es que cometimos un error al comenzar con nuestra actividad. Un error que está relacionado con lo que comentaba más arriba acerca de “trabajar con los mejores”. Tras un primer año en el que no tuvimos ningún problema, nuestro proveedor comenzó a fallarnos. Se retrasaba con los pedidos, había perdido la amabilidad en el trato y, para colmo, nos subió el precio a traición después de jurarnos en más de una ocasión que esa idea no se le pasaba por la cabeza.

Evidentemente, decidimos pararle los pies y romper toda clase de negocios que tuviéramos con su entidad. Se abría una época difícil para nosotros: teníamos la necesidad imperiosa de encontrar un nuevo suministrador de ropa femenina. Y lo necesitábamos de inmediato, porque empezábamos a quedarnos sin género y nuestras clientas seguían acudiendo a nuestro local para hacer sus compras.

Por otro lado, no podíamos precipitarnos a la hora de elegir proveedores porque, tarde o temprano, nos veríamos abocados a una situación parecida si lo hacíamos rápido y de mala manera. Por eso decidimos hacer una búsqueda a través de Internet y descubrimos Liquistocks, una entidad en cuya página web podíamos hacernos vía online con aquellos stocks que nos interesaran.

Trabajar con ellos nos podía salir bien. Los precios eran coherentes, el trato formidable y los productos, de primera calidad. Tomé la decisión de autorizar un primer pedido para tener en cuenta otra importante variable: el tiempo transcurrido desde la confirmación de nuestra compra hasta que dichos productos pasaban a nuestras manos. Para mi gran asombro comprobé que, al día siguiente de dar luz verde a la operación, un furgón se plantaba en nuestra sede para hacer la entrega. Nuestro problema estaba más que resuelto.

La pieza angular de nuestro proyecto

Tan resuelto que lo que empezó siendo un recurso para continuar con nuestra actividad terminó por ser la clave de nuestro éxito. Los vestidos, camisas, blusas, faldas o chaquetas que le comprábamos a Liquistocks causaban sensación entre nuestras clientas que, sin pensarlo dos veces, las adquirían. Como el precio al que nos salía dicho género no era alto, podíamos mantener su economicidad para la clientela conservando nuestro margen de beneficios sin ningún tipo de problema. Y conseguir eso es quizá lo más difícil para una empresa.

Desde que empezamos a trabajar con el nuevo proveedor, las cifras han mejorado sensiblemente. El negocio marcha mejor que nunca y ahora contamos con la ventaja de que la crisis parece estar tocando a su fin. El futuro se presenta brillante. Pero ese futuro nos lo hemos trabajado día a día y confiando solo en los mejores. Solo así la continuidad de un negocio puede estar garantizada. Y la del nuestro lo está sin lugar a dudas.

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