Las empresas que venden calzado demandan un producto de calidad

Las necesidades de los seres humanos para tener una vida lo más cómoda posible son muchas. Hombres, mujeres, niños y niñas tenemos la necesidad de comer para alimentarnos bien, de vestirnos en función de cuál sea el clima que tengamos en nuestra ciudad y la época del año en la que nos encontremos y de prepararnos lo suficiente para obtener un puesto de trabajo que nos guste y que cumpla nuestras perspectivas desde el punto de vista económico. Cumpliendo con estas cosas, estamos seguros de que vamos a tener muchas opciones de ser felices. Es que no nos cabe ninguna duda al respecto.

Desde el punto de vista de una persona que quiere ser emprendedora, ofrecer o elaborar productos que se encuentren ligados a una de esas ramas de actividad es algo importante porque sabe de antemano que la gente va a ir buscando productos de ese estilo para ganar en calidad de vida. Aunque es verdad que suele tratarse de negocios con mucha competencia, la verdad es que son idóneos porque siempre van a tener un público objetivo que ni siquiera se va a ver reducido en periodos de crisis económica. Y eso reporta una tranquilidad con la que otras empresas no suelen trabajar.

Pero claro, como es lógico, en este tipo de aspectos no se puede negociar la calidad. No hay que hacerlo por dos motivos bastante claros: por una parte, porque ya hemos señalado que hay una barbaridad de competencia y es fácil que haya entidades que nos engullan si nos relajamos más de la cuenta. Y, en segunda instancia, porque la gente no quiere jugar con aquello que le va a hacer falta para vivir. Quiere un alimento que, además de rico, no sea perjudicial para su salud. Y quiere una prenda de vestir que no solo sea bonita sino que también le proporcione la protección contra el frío o la comodidad ante el calor que está buscando.

En la actualidad y desde hace algunos años, dispongo de una pequeña empresa en la que me encargo de fabricar zapatos. Sé de primera mano que se trata de un producto básico para las personas porque cuida perfectamente de la salud de los pies de las personas y porque hace que nuestro día a día sea mucho más cómodo. Además, también nos sirve para adaptarnos al clima que tenemos en el exterior. Si es demasiado frío, lo podremos combatir con unos zapatos que cuenten con más refuerzo. Y también habrá algunos que sean óptimos para todo lo que tenga que ver con los meses de calor.

Como es lógico, soy perfectamente consciente de que tengo una competencia tremenda dentro de este sector.  Los países asiáticos producen una barbaridad de calzado y buena prueba de ello es lo que indica un estudio que publicó el portal web de Statista. Dice que China es el primer productor mundial con mucha diferencia (el total es de 12.000 millones de pares). India ocupa la segunda posición con un total de 2.500 millones de pares y, en tercera instancia, encontramos a Vietnam. Asia, como estáis viendo, es una potencia muy importante dentro de este sector.

Eso no me preocupa demasiado, para qué os voy a engañar. Creo que en Asia pueden producir muchos millones de zapatos cada año, pero no son de la misma calidad que los que produzco yo ni mucho menos. Los que me encargo de hacer en mi pequeño taller están dirigidos a otro tipo de público que es completamente diferente al que usa zapatos fabricados en Asia. Están dirigidos a personas a las que de verdad les importa la salud de sus pies y que el zapatos que adquiere tenga la máxima durabilidad posible.

Teniendo en cuenta la importancia que le atribuye la gente a sus zapatos y por ende a su comodidad, quienes fabricamos este tipo de productos nos tenemos que tomar muy en serio nuestro trabajo. Y la manera que yo tengo de tomarme esto en serio es conformar los zapatos de la mayor calidad posible. Suelo vender al por mayor, a empresas que a su vez venden el calzado que yo confecciono, y sé que ellas tendrán éxito si mi apuesta sigue siendo la de la calidad. ¿Cuál es el secreto? Apostar por los mejores materiales. He sido un obseso de este asunto desde hace muchos años y controlo cuáles son los proveedores que me pueden echar una mano en este sentido. La última vez que cambié de proveedor lo hice porque descubrí Curtidos y Tapicerías, donde podía encontrar prácticamente todo lo que necesito para hacer mi trabajo y proporcionar un servicio de calidad a las empresas que confían en mí: agujas, cordones de cuero, hebillas, hilos, planchas de goma…

Suele pasar que, cuando las cosas se hacen bien, los resultados llegan. Y es algo que he vivido en mi propio caso. Apostar por elementos de calidad a la hora de fabricar mi calzado me ha hecho tener una reputación muy buena dentro del sector y ese es el motivo por el que hay muchas tiendas y grandes superficies que confían en la manera en la que hago mi trabajo y en los productos que se derivan de él. Es bastante posible que los zapatos que hago en mi taller resulten más caros que los que esas superficies podrían obtener de productores chinos, indios o vietnamitas, pero lo que está claro es que la calidad que yo les proporciono no tiene nada que ver con la escasa que reciben de ellos. Y no olvidemos que la gente, cuando compra calzado, quiere que dure.

Hemos vuelto a consumir más zapatos en España 

Antes de la llegada de la pandemia, el consumo de zapatos estaba en aumento en España. Con este tipo de producto pasa un poco como con el resto de la ropa: tenemos cada vez más porque usamos unos diferentes para cada contexto. Es lo que nos marcan las tendencias en moda en los momentos que corren. Pero es cierto que, cuando llegó el coronavirus y como era de esperar, ese consumo se redujo porque no teníamos tanta necesidad de apostar por zapatos nuevos al permanecer durante ese par de años en casa.

Cuando las cosas han vuelto a la normalidad, el consumo de zapatos ha vuelto a crecer en España. Lo podemos ver en una gráfica de Statista en la que se muestra que, en 2022, el consumo de zapatos se había puesto por encima de las 250.000 unidades, algo que no había ocurrido desde 2019. Ni que decir tiene que el hecho de volver a la vida social deparó que muchas personas necesitáramos zapatos nuevos para seguir manteniendo nuestra buena impresión entre los demás.

Y es que los zapatos son elementos que tienen que servir para que una persona destaque entre las demás. Es cierto que, cuando conocemos a alguien, lo primero en lo que nos fijamos es en su rostro, en la sonrisa o los ojos. No solemos fijarnos en sus pies hasta que no hacemos un análisis completo sobre ella, pero lo cierto es que los zapatos que use nos van a decir muchas cosas sobre ella.

Eso, para todas las personas que nos dedicamos a la confección de un producto como del que os estoy hablando, es importantísimo. Es lo que nos ha dado de vivir y lo que nos permite seguir compitiendo con todos los productores industriales que tienen una mayor posibilidad de producir (y en menos tiempo) pero que no van a poder proporcionar la misma calidad de la que sí dispongo yo y que es lo que me ha permitido gozar de esa popularidad y buena imagen de la que dispongo en la actualidad y que voy a seguir luchando por mantener.

La gente va a seguir necesitando zapatos para cualquier contexto y actividad que vaya a desarrollar. Y debe seguir haciendo gente que se los proporcione del modo en que les gusta. Eso es lo que creo que garantiza un futuro halagüeño para los productores de zapatos y lo que me deja tranquilo de cara a los años que están por venir. No en todas las actividades se puede presumir de lo mismo y me siento verdaderamente afortunado por haber podido comprobar cómo mi actividad no solo ha sido valorada por una gran cantidad de personas, sino por el hecho de que vaya a seguir siéndolo en unos años.

Los productos a los que se les da valor y los que nos proporcionan la comodidad y seguridad que queremos son los que siguen manteniéndose el primer mercado con unos más que aceptables niveles de ventas. Y creo que este que hemos comentado es uno de los ejemplos que mejor lo ponen de manifiesto. Cuando una persona acude a una tienda para comprar unos zapatos, la lógica invita a pensar en que no quiere jugársela y quiere conseguir sentirse cómodo con lo que ha comprado, con independencia de que sea para ella misma o para alguno de sus familiares.

 

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