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Apostando por la calidad laboral

Si hay algo que no soporto es tener que hacer un viaje por trabajo y que la empresa que me envía no tenga ciertas deferencias conmigo. Ya resulta bastante inoportuno, en muchas ocasiones, y molesto tener que hacer la maleta en dos días para salir de viaje de manera apresurada, como para que al llegar allí no cumplan con unos mínimos exigibles como tener contratada la pensión completa en el hotel o darte, en su lugar, un importe en efectivo para dietas. Y ese es sólo un ejemplo, porque hay muchos más.

Como comercial he trabajado para varias empresas y los viajes son algo que está a la orden del día en ese sector. Imagino que las empresas pensarán que sólo están maltratando su imagen con respecto a su propio trabajador pero la realidad es que ese empleado, tanto a la hora de hacer negociaciones como a la hora de vender sus productos o servicios, puede dar una mala imagen al resto de empresarios cuando hable con ellos o, simplemente, porque se den cuenta de  por donde van los tiros.

Experiencias

El mejor viaje de negocios que hice fue a Andalucía. La empresa que me mandó allí me alojó en un hotel 5 estrellas en el centro de Sevilla con pensión completa, por lo que no tuve que preocuparme por nada y, además, para poder entablar cierta relación con los posibles empresarios que estaban interesados en contratar nuestros servicios, mi compañía reservó una visita guiada por la ciudad para mí y el resto de empresarios con Visitours, una agencia que también hace tours en Granada y que tiene mucha fama allí. Fue una manera distendida y eficiente de tener una reunión laboral  donde, además, conseguí firmar todos los contratos que pretendíamos. Viene a ser lo mismo que tener una cena de negocios pero un poco más moderna.

Cuando el empleado que viaja a otra ciudad o país, encima que ha de hacerlo por obligación, lo hace a desgana porque la empresa no se porta todo lo bien que debería, al final hace un tipo de trabajo al que yo llamo “cumplidor”. Es decir, que cumple con lo que debe para hacer su trabajo pero no da ni una gota más de sí mismo y, por supuesto, no se esfuerza todo lo que podría. Por el contrario, el trabajador que recibe atenciones por parte de su empresa suele dar más de sí mismo. Es como un “toma y daca”, si la empresa se porta bien conmigo, yo me porto bien con la empresa.

Mi peor experiencia fue hace varios años y, de hecho, a raíz de aquello cesé mi contrato voluntariamente. Venía de trabajar con una compañía que, sin grandes lujos, me había tratado muy bien, pero que por motivos económicos, había rescindido mi contrato, y me topé con aquella empresa que me mandó a Londres, a una especie de hospedería que, lejos de tener ese carácter tradicional y vintage británico de otros establecimientos, era cuatro habitaciones sucias, llenas de agujeros por los que durante la noche salen animalitos con los que yo no me quiero cruzar, y camas en las que te hundes completamente en sábanas sucias. Asqueroso. Les llamé para pedirles un cambio de hotel, por si no tenían constancia de aquello, y me contestaron que yo estaba ahí para trabajar y que si quería lujos me había equivocado de empresa.

Vamos a ver, ¡qué lujos ni que leches! Yo lo que quería era una cama limpia y un aseo decente, nada más.

Sea como sea, este tipo de trato hacia los empleados, tanto en este sentido como en muchos otros, provoca que los trabajadores de la empresa den lo mínimo de sí mismos y se esfuercen lo que sea estrictamente necesario. Invertir en la calidad laboral del trabajador trae consigo grandes beneficios de productividad y resultados a la empresa que decide apostar por ellos.

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