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Siempre queremos lo último pero… ¿es lo último siempre lo mejor?

Es curioso cómo a veces la gente se empeña en tener lo último, lo más moderno, lo más novedoso, y no se da cuenta de en muchas ocasiones lo que necesita es mucho más sencillo y económico que todo eso. Vivimos en una sociedad tan extremadamente consumista que, inconscientemente, pensamos que si queremos dar una buena impresión y tener buenos resultados, debemos tener siempre lo último: el último móvil, el último ordenador para la empresa, la última Tablet, etc.

Hay miles de ejemplos al respecto, desde empresarios que son capaces de dejarse el sueldo del mes con tal de tener el último Samsung o iPhone para poder dar una imagen interesante al posible cliente, hasta jóvenes de hoy en día que si no tienen un móvil nuevo en cada cumpleaños se deprimen hasta cotas insospechadas. Pero la realidad es que tengo un ejemplo mucho más directo y cercano que puede demostrar lo que digo con creces.

Hace un par de meses vino hasta mi empresa el dueño de un parking público en Madrid que estaba teniendo ciertos problemas con la gestión y control de sus empleados. Por lo visto, en el parking la cobertura iba y venía  y, como ocurre siempre gracias a la Ley de Murphy, los móviles nunca funcionaban cuando más los necesitaba. Eso traía consigo muchos problemas, desde no poder contactar con mantenimiento hasta ver por las cámaras a un ladrón intentando forzar un vehículo y no poder avisar al empleado que controla esa zona del parking.

Lo analógico a veces es lo mejor

Conforme el hombre me explicaba sus problemas a mí sólo me venía a la mente una cosa: ¿habrán probado con walkie talkies? Conforme acabó de hablar le dije que aceptaría con gusto la gestión de su empresa e intentaría modernizarla adaptándola a los tiempos que corren hoy en día pero que, teniendo en cuenta lo que me había dicho, tal vez deberíamos empezar por hablar con milwalkies.com y pedirles presupuesto para equipar a todo el personal e instalar una estación central en la garita de información donde suele ubicarse él. Sin embargo, el hombre, muy seguro de sí mismo y pensando que tenía “más razón que un Santo” me dijo que eso ya lo habían valorado y descartado porque querían ofrecer una imagen de empresa moderna y dinámica que con los walkies de antaño no iban a poder proyectar.

Vamos a ver… ¿desde cuándo un walkie talkie puede dar mala imagen? Y lo que es aún más importante ¿para qué me quieren contratar si no valoran mis consejos? Tras intentar hacer entrar en razón al hombre y no conseguirlo, acabé por decirle que no íbamos a poder trabajar juntos porque estaban demasiado empeñados en algo que lo único que hacía era dificultarles las cosas, y yo trabajo para mejorar los servicios y el funcionamiento de una empresa, no para empeorarlo.

Salió escopetado de mi despacho y creo que nunca, jamás, volveré a verle el pelo, pero es que estaba empeñado en algo que no iba a llegar a ninguna parte.

Días después, debido a un viaje de negocios, estacioné mi vehículo en este parking del centro de Barcelona que tiene unas instalaciones impresionantes, parece un parking de lujo y, ¿a qué no sabéis qué? Sus trabajadores llevan unos preciosos walkie talkies colgados del cinturón de trabajo… Me entraron ganas de fotografiarlos y mandarle las fotos al hombrecillo cabezón que sólo quería última tecnología en su empresa pero pensé… para qué. Yo me quedo con la conciencia muy tranquila y con algo más aprendido en esta vida: la sociedad está ciega y sólo ve lo que quiere ver.

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